Crecí en un pequeño pueblo de Ucrania a finales de los años 70, durante la era soviética, cuando las artes escénicas eran muy populares y estaban completamente subvencionadas por el gobierno. Cada ciudad, pueblo e incluso aldeas tenían su propio centro cultural donde había actividades educativas para niños en ámbitos como el circo, la danza, la música o el teatro. Nos daban la oportunidad desde pequeños para aprender y descubrir nuestro talento artístico. Cada centro tenía su propio profesorado y aprendíamos diversos programas, creando números y realizando actuaciones para pequeñas comunidades, una oportunidad para desarrollarnos y crecer de forma activa y feliz. Ahí empezó mi viaje artístico, a los 6 años. Se me introdujo al mundo del Circo como arte respetable y llena de oportunidades, con su propia historia. Eso me dio la posibilidad de convertirme en lo que soy hoy.
Era la plataforma ideal para la educación artística de los niños, dándonos una gran oportunidad para descubrir las diferentes variantes artísticas que mejor se ajustaban a nuestras necesidades, dándonos la oportunidad de seguir nuestros instintos y desarrollar nuestro entrenamiento en los programas artísticos que eligiéramos. Nunca, como niño, adolescente o adulto, tuve que decidir qué quería ser. Fue un bello regalo que se me dio desde ese sistema educativo a la infancia, y estoy muy agradecido por ello.
Cuando estaba en el centro de circo, fue el malabarismo lo que más me gustaba hacer, y mi profesor se percató de ello. Un día puso en mi mano una bola roja para que la conservara como un símbolo de mi pasión hacia esta bella disciplina artística. Me pidió que la guardara mientras siguiera viva esa pasión por el circo. La guardo conmigo desde
entonces y se ha convertido en el símbolo de mi amor y creatividad a lo largo de mi carrera. Allí donde he actuado, en cada número que he creado, una bola roja ha sido el núcleo central de mi actuación. Ha crecido conmigo como artista y como ser humano, recordándome mi infancia y la oportunidad que se me entregó entonces.
A lo largo de toda mi carrera, siempre he buscado una oportunidad de devolver este regalo, de crear un punto de inflexión en la vida de la gente, de darles ese poder del mismo modo que me sucedió en mi infancia. Creo que el arte permite tener una vida mejor, dando a la gente felicidad y entusiasmo. En algunos casos su vida cambió completamente, como me sucedió a mí. Es la razón por la que creé esta fundación y por lo que elegí una bola roja como su símbolo. Es un símbolo de inspiración, pasión y creatividad. Pasándosela a otras personas empoderaremos al mundo para una vida mejor.